lunes, 19 de abril de 2010

La Unión

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Cafetales de mis entrañas

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El otro día caminaba por Santiago del Monte, un pueblito que sube poco a poco la montaña de La Carpintera y me encontré unas cogedoras de café. Había llovido, ellas venían cansadas y manchadas de la miel del café, pero sus risas se escuchaban a la distancia... felices de haber cumplido la jornada.

Simpáticas, aceptaron que les hiciera fotos.

Y es que los cafetales me causan una nostalgia de las buenas, de esas que sacuden mi interior con los mejores recuerdos de infancia.

Estos sitios tiene un poder sobre mí:

si es el cafetal, el aroma del café maduro,

en las mesetas, el aroma de las flores y la tierra mojada,

en las selvas las emanaciones de los hongos y del suelo milenario,

y junto al mar, la caricia de las olas,

todo se confabula para ponerme en un estado en el que fácilmente podría dar cuentas ante el Creador.

Yo sé que al otro lado de la cerca está la autopista y la ruta hacia la vida demoledora de la ciudad, pero por lo menos cuando estoy aquí o cuando me pongo a recordar, trasciendo a otro mundo donde no hay maldad ni muchos otros defectos humanos que siento que me ensucian.

No es que tenga una fijación bucólica que me impida percibir la verdadera historia que se tejió alrededor de nuestra empresa cafetalera del pasado, simplemente es que este mundo actual supera en mucho las vejaciones y desigualdades entre ricos y pobres; irónicamente cuando ahora sí tenemos plataformas para montar programas de integración de la sociedad.... qué va, hay demasiada prisa por hacer dinero a costa del trabajo de otros y sin darles oportunidad excepto lo mínimo y menos que eso.

Todo ha quedado al descubierto cuando se destaparon los movimientos de capitales tejidos por las otrora connotadas figuras políticas y sus segundones, a costa de las finanzas del país. ¡Cuántos programas de beneficio social se podrían haber financiado durante años de años con ese dinero que pasó a manos ilegítimas!


Unos días después pasé frente a un cafetal y no pude resistir el internarme a conversar con los cogedores.


Tibasegno

Rápidamente, los chiquillos salieron a posar ante mi cámara, me dieron la dirección de la casa para que les llevara fotos y me dijeron en cuál cafetal iban a estar la semana siguiente.

No hay edades, todos cogen café para aumentar los ingresos familiares en la época.

Estos niños son los palomos, con quienes más amistad hice, con la venia de sus padres y otros familiares, que trabajaban bajo el ardiente sol y sonreían de la algarabía que armaron los niños por las fotos.



3rios-20061230-palomos.avi

Son niños inocentes...,

futuros padres de la patria.



Cuando les acompaño pretendo ser abuelo, padre, tío, hermano más niño que ellos mismos.



3rios-20061230-juntando.avi


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